jamón "del bueno"
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Entre el verdor de nuestros campos y el oro de los atardeceres nuestros ancestros caminaban por las mismas dehesas que pisan nuestros hijos y lo harán los suyos.

Cuatro generaciones han aprendido a escuchar el susurro de la dehesa, el silencio roto solo por el viento, el olor a hierba fresca mezclado con el sudor de la tierra después de la lluvia.

Sentir el fluir del tiempo, al compás de las estaciones, porque el buen jamón no se hace con prisas. Se hace con paciencia, con mimo, con el mismo esmero con el que una madre prepara un cocido o un abuelo afina su guitarra.

Nuestro bisabuelo, con las manos curtidas por la sal,el sol y el agua nos legó el arte de tratar cada jamón como algo único y especial… Es el recuerdo de las mañanas frías de invierno, cuando el viento solano azotaba las paredes del secadero y él, con la misma paciencia con la que se siembra un olivo,  girando los jamones uno a uno, como si cada pieza fuera un hijo al que hay que criar con esmero.

Dejemos al tiempo hacer su magia, inviernos fríos y veranos calurosos, permitiendo respirar al jamón. Nuestro mayor secreto queda en silencio en los secaderos, aroma de sal, parar el tiempo…

Honramos el pasado, creamos el futuro.